aburrimiento

Quejas

Si hay algo que me revienta son las quejas continuadas de lo que sea a las que nunca se les pone remedio. Todos tenemos algo en la vida que podría mejorar pero por alguna razón no se puede cambiar y parece que el único consuelo que tenemos es el quejarnos amargamente y compartir nuestra frustración con los que nos rodean.

Está claro que nunca estamos contentos. Una vez satisfechas nuestras necesidades básicas de supervivencia, no importa en el estado de bienestar en que estemos, siempre querremos más. Buscamos la felicidad plena, pero no nos damos cuenta de que no existe para el ser humano. Cuando creemos que la hemos encontrado nuestra euforia dura unos momentos, días o incluso semanas, pero a partir de ahí empiezan a surgir los inconvenientes que no veíamos o no dábamos importancia pensando que al conseguir la felicidad no les prestaríamos atención.

¿Quién no ha tenido un compañero y/o amigo al que llamamos pesimista? Y lo llamamos así porque siempre piensa que a él le va a pasar lo peor, ve el vaso medio vacío y que son los demás que tienen la suerte de estar mejor. No importan las palabras que le dirijas para que se sienta mejor. Incluso da lo mismo que le soluciones cualquier supuesto problema, él siempre encontrará la parte negativa y le pesará más que cualquier aspecto positivo que le intentes infundir.

No digo que no haya que quejarse, pero como todo, el exceso es malo y perjudica tanto al emisor como al receptor y eso evita que puedas disfrutar de lo bueno que tienes y a los demás los amargas y/o aburres con tus lamentos.

Así que, ¿por qué no te haces un favor a ti a los que te rodean e intentas ver el lado bueno de la vida? Piensa que siempre hay alguien peor que tú, pero también alguien que está mejor que tú, así que no le des más vueltas a las cosas. Simplemente son así e intenta disfrutarlas tal y como llegan. Siempre hay un lado negativo para lo bueno y otro positivo para lo malo.

¿Y qué he hecho yo en esta entrada? Quejarme.

Foto: Nfoka

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El aburrimiento

Pues aquí estoy, en un trabajo nuevo donde apenas nadie me conoce y donde apenas hay trabajo. Me parece que van a ser un par de semanas un poco largas. Por suerte ya solo me falta media hora para que termine mi lunes y poder pasar página de este día tan aburrido. Bueno, mejor no diría aburrido, aunque sí en términos de trabajo estrictamente. Será cuestión de tomárselo con filosofía y aprovechar el tiempo de ocio.

Aún recuerdo aquellos tiempos en Delphi en los que llegaba a las 6 de la mañana y acababa a las dos de la tarde en agosto. Que tiempos. Como cuando tenía que parar todos los servidores porque hacían mantenimientos eléctricos y solo dejaba el servidor proxy (realmente era un PC) para poderme conectar a Internet ya que me encontraba totalmente solo y desamparado. Aunque llegó un momento en el cual me sentí tan aburrido, pero tanto, tanto, que se me giró el cerebro y me puse a comprar todo tipo de chucherías en las máquinas expendedoras. Por suerte para mí no me lo comí todo porque las pastas seguían siendo igual de malas. Hay que ver la de tonterías que llegamos a hacer cuando no estamos bien.

Ahora saldré de las oficinas, me comeré mi bocata y me iré a casa en el tren. Cuando llegue a casa me pondré a ver el programa chorra de turno y luego editaré esta entrada para que el martes esté publicada tempranito.

Ya ves las apasionantes aventuras de agosto.

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La rutina

   Algunas veces te puedes llegar a plantear el por qué de los sacrificios que llegas a realizar. Y no me refiero a esos sacrificios reales, sino los sacrificios más bien banales, aquellos que te van machacando día tras día. Si bien no tienen demasiada importancia, de vez en cuando sí empiezan a notarse cuando se repiten día tras día. Algo tan simple como el levantarse la mayor parte de la semana a una hora intempestiva, hace que vayas acumulando algo que luego tiene que reventar por algún sitio.
   Supongo que para superar situaciones así lo mejor es tener algún tipo de motivación que te ayude a seguir y dejar un poco de lado el sufrimiento que te produce la acumulación de pequeñas cosas del día a día. Por supuesto que no es nada fácil (ni encontrar la motivación ni olvidar lo que te está pasando), pero si buscas seguro que encuentras. Pueden ser cosas tan simples como el chico ese que ves cada mañana en el autobús, los compañeros (o el compañero) de trabajo, ver amanecer, respirar aire puro si sales fuera de la ciudad, la panadera que te sirve la pasta y el café, los buenos días sinceros de un amigo… Cada uno se puede buscar la motivación del día.
   La lástima es que no siempre es fácil y te llegas a desanimar. Por tanto y por tu salud, te recomiendo que por lo menos lo intentes o sino conseguirás amargarte lo que te queda de vida y créeme, puede hacerse muy larga en esas circunstancias.

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