hambre

Contra la pobreza

Contra la pobreza se pueden decir muchas cosas. Se pueden malgastar muchas palabras como hacen nuestros políticos. Se puede prometer la erradicalización de las necesidades básicas por parte de los países ricos. Se puede estar lleno de buenas intenciones. Pero si no actúas, no haces nada.

Contra la pobreza: actúa.

Contra la pobreza: contamos contigo.

Contra la pobreza: presiona.

Contra la pobreza: que actúen YA.

Contra la pobreza: no queremos su dinero.

Contra la pobreza: queremos oir su voz.

Contra la pobreza: quejémonos menos y demos más.

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Hambre

Tengo hambre. No, no te preocupes (si es que lo ibas a hacer), no estoy en un país de esos que desgraciadamente lo pasan fatal con el tema alimentario, ni tampoco me he quedado sin dinero para poder nutrirme adecuadamente. Es más, te puedo asegurar que mis lorzas impedirían que me muriese de hambre durante más de un mes (eso tirando a poco). Lo que pasa es que mi estómago es muy vago y prefiere pedir de comer a aprovechar la grasa que tengo pegada a mi pared abdominal, que dicho ya de paso, ayudaría a que mi figura fuera más esbelta y atractiva, con lo cual y como todo el mundo sabe, igual tendría que quitarme las mujeres de encima pidiéndome favores sexuales en un número equivalente a moscas enfrente de un plato de pescado en pleno verano y al aire libre.

Ilusiones calenturientas aparte y como te decía, tengo hambre porque en esta oficina no sé si se puede comer o no. Sí, ya sé que llevo como tres días trabajando aquí y debería tener la cara suficiente como para preguntar si me puedo comer un bocadillo en la mesa que me han prestado. Pero como uno es más corto que la manga de un chaleco, no lo he hecho y he preferido mirar a ver qué hacen los demás. Y por lo que he podido observar (que otra cosa no, pero de eso sé un rato) nadie come aquí. Esto no es determinante para averiguar si está permitido o no, pero es que o bien esta gente (que son 4 gatos) no pasa hambre y se hinchan a huevos fritos con chorizo y panceta en el desayuno de cada mañana (sin faltar, por supuesto, el café con sacarina) o es que todos nos estamos preguntando lo mismo. Esto último lo dudo porque hay gente que lleva más tiempo que yo, así que no me vale.

A nivel comparativo (en volumen me refiero) me parece que yo gano por peso. Así que o solo comen los chorizos y huevos mencionados para todo el día o me estoy equivocando. Por lo que creo que al final voy a echarle morro al asunto y sacaré mi bocata. Si me dicen algo, pues lo volveré a guardar (después de subirme la temperatura corporal y cambiarme el color de la cara, claro) y aquí no ha pasado nada. Que no me voy a dar el gusto de adelgazar a estas alturas (la operación bikini ya ha terminado, recuerda). Además mi madre me dice que estoy muy guapo aunque mi mujer, por una extraña razón, no me expresa su opinión y me mira como raro.

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Consecuencias de Navidad

   Deben ser las pasadas fiestas, pero cuando intento sujetarme a la hora de comer, mi mente puede más que yo. Hay momentos que parece que controlo, pero hay otros que no hay manera. Como vaya con hambre soy capaz de empezar a engullir hasta dejarme limpio el plato y seguir buscando para ver qué queda en el puchero.Supongo que el que tenga guarrerías en casa también influye el que no deje de buscar esas sobras hipercalóricas que por alguna razón no se han consumido cuando debieran.
   La comida debería ser tratada como el alcohol: produce dependencia. De hecho me hacen gracia esos anuncios que gritan a los cuatro vientos que suproducto sacia el hambre. Ya. Lo que pasa es que normalmente el problema no es el hambre, es la gula y el ansia que te hacen engullir con el estómago lleno y hasta que no estás que revientas no paras de comer. Si el abanico de posibilidades para elegir alimento no fuese tan grande, igual hasta estaríamos más delgados. Claro que también me puedes decir que haga deporte porque es sano y todas esas razones supuestamente de peso, pero cansa, me da más hambre y cuando me hastío me engordo 10 Kg en dos días.
   Yo lo que no quiero es que me engorde hasta el aire que respiro. Yo lo que quiero es tener un intestino que no aproveche tan a fondo lo que me zampe por mi boca o que pueda modificar a placer: ahora aprovecho, ahora no.

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