Tengo hambre. No, no te preocupes (si es que lo ibas a hacer), no estoy en un país de esos que desgraciadamente lo pasan fatal con el tema alimentario, ni tampoco me he quedado sin dinero para poder nutrirme adecuadamente. Es más, te puedo asegurar que mis lorzas impedirían que me muriese de hambre durante más de un mes (eso tirando a poco). Lo que pasa es que mi estómago es muy vago y prefiere pedir de comer a aprovechar la grasa que tengo pegada a mi pared abdominal, que dicho ya de paso, ayudaría a que mi figura fuera más esbelta y atractiva, con lo cual y como todo el mundo sabe, igual tendría que quitarme las mujeres de encima pidiéndome favores sexuales en un número equivalente a moscas enfrente de un plato de pescado en pleno verano y al aire libre.
Ilusiones calenturientas aparte y como te decía, tengo hambre porque en esta oficina no sé si se puede comer o no. Sí, ya sé que llevo como tres días trabajando aquí y debería tener la cara suficiente como para preguntar si me puedo comer un bocadillo en la mesa que me han prestado. Pero como uno es más corto que la manga de un chaleco, no lo he hecho y he preferido mirar a ver qué hacen los demás. Y por lo que he podido observar (que otra cosa no, pero de eso sé un rato) nadie come aquí. Esto no es determinante para averiguar si está permitido o no, pero es que o bien esta gente (que son 4 gatos) no pasa hambre y se hinchan a huevos fritos con chorizo y panceta en el desayuno de cada mañana (sin faltar, por supuesto, el café con sacarina) o es que todos nos estamos preguntando lo mismo. Esto último lo dudo porque hay gente que lleva más tiempo que yo, así que no me vale.
A nivel comparativo (en volumen me refiero) me parece que yo gano por peso. Así que o solo comen los chorizos y huevos mencionados para todo el día o me estoy equivocando. Por lo que creo que al final voy a echarle morro al asunto y sacaré mi bocata. Si me dicen algo, pues lo volveré a guardar (después de subirme la temperatura corporal y cambiarme el color de la cara, claro) y aquí no ha pasado nada. Que no me voy a dar el gusto de adelgazar a estas alturas (la operación bikini ya ha terminado, recuerda). Además mi madre me dice que estoy muy guapo aunque mi mujer, por una extraña razón, no me expresa su opinión y me mira como raro.