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Luces de Navidad

No todas las luces de Navidad son iguales. Bueno, si acaso unas son más iguales que otras. O por lo menos unas tienen derecho a estar y otras no. Según la zona donde las hayan puesto.

Parte de mi barrio está pegado a una avenida donde la mitad del recorrido es comercial y la otra apenas tiene tiendas. Casualmente la parte que no tiene dicho comercio tampoco tiene luces de Navidad y la que tiene sí, por lo que podríamos deducir que solo tienen derecho a la iluminación aquellos sitios en que se gestiona algún tipo de transacción popular. Esto, visto así, confirma la regla de que la Navidad solo sirve para comprar sin importar el motivo (aunque te digan que hay que pensar en los deseos materiales del prójimo).

Que lástima que el buen sentido se haya perdido y prime las arcas de los comercios por encima de todo. De hecho se demuestra como el gobierno, sea del partido que sea, está a merced de los grandes empresarios y no imponga una ley más severa que por lo menos impida que les tome por el pito del sereno.

Navidad, ese agridulce espacio de tiempo que socializa un poco más a algunos y deprime a otros.

Por cierto, normalmente la Navidad se asocia a frío, nieve, fuego a tierra, mantas… Debe chocar que en países donde ahora es verano la Navidad sea calor, playa o piscina, toalla… De los que he oído que han emigrado aquí y en su pueblo las temperaturas suben, dicen que también tienen la misma sensación pero al contrario. No sé, yo no me imagino esta época en manga corta, aunque si tú eres de la otra parte del mundo seguramente no entiendas mi jersey de lana.

Otra cosa: podrían dejarlas todo el año para así empezar a encenderlas sobre agosto más o menos. Total, cada año se adelantan en ponerlas en marcha y así se ahorrarían el tener que desmontar el chiringuito. O mejor aún, se podría dejar todo el año iluminadas para parecer que siempre hay que comprar… esto, perdón, es Navidad.

Aunque si quieres saber una buena teoría del verdadero significado de la Navidad, no debes perderte esto de Reflexiones de Repronto.

Esto último visto en: El baron rojo

Foto: alrom

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Rosa, Rosae, Rosam

    Normalmente suelo salir de casa camino al trabajo sobre las 05:50 horas aproximadamente todos los días y si bien no suelen pasar cosas más allá del poco tráfico reinante o el panadero distribuyendo su pan precongelado, ayer habían unos nuevos personajes (en su mayoría de etnia gitana) distribuidos cerca de los semáforos y/o esquinas. Se estaban preparando para aprovechar el día al máximo vendiendo rosas a todos los transeúntes y conductores que osaran acercarse lo más mínimo a su parada, aprovechando el día de San Jorge (o Sant Jordi en Cataluña).

    La tradición manda que el enamorado regale a su amada una rosa roja (ahora las venden de todos los colores) y la mujer un libro, haciendo todo este tinglado una jornada de lo más comercial y casi superado por el día de los enamorados o San Valentín.

    La verdad, yo no sé qué han hecho los pobres santos para que se les tome como excusa y utilizarlos para cualquier cosa que sirva para vender. Si levantaran cabeza…

    El tema es que de regreso a casa no dejaba de decir no constantemente a todos los que me ofrecían la susodicha rosa de los cojones. Me he cambiado de acera, he pasado rápido, he hecho como que no hablaban conmigo y no sé cuantas cosas más para evitar la avalancha de vendedores. No sé si ha sido por mi atractivo físico (lo dudo), por mi forma de caminar, por evitar sus miradas o por llevar, sin yo saberlo, un cartel pegado a mi espalda diciendo todavía no he comprado una rosa, por favor, quiero que me la vendas tú.

    Eso sí, antes de llegar a casa me he pasado por la floristería que tengo cerca de donde vivo y le he comprado una rosa a mi amada.


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