Cuando algo terminó
No sé si te ha pasado alguna vez, pero recuerdo que cada año lo mejor de las vacaciones siempre pasaba la última semana. Cuando te tenías que ir era cuando prácticamente congeniabas con todos tus nuevos amigos, te hacía caso la chica aquella que pasaba de ti al principio del verano y que te hicieron chirivitas los ojos en cuanto la viste, te reías más, te lo pasabas mejor y más a gusto estabas. Todo esto solía pasar en la adolescencia y en raras ocasiones en la vida adulta. Ya sé que es un estado psicológico, pero te hacía sentir tan bien…
Este viernes pasado estuve en una cena con mis últimos ex compañeros de trabajo y la sensación que me dejó esa experiencia fue como la última semana de vacaciones. Todo son buenas intenciones, compañerismo y risas. Siempre compartes correos electrónicos, teléfonos, dices que tenemos que volver a quedar, que esto se tiene que repetir, pero sabes que no va a ser así. Cada uno seguirá con su vida y si al cabo del tiempo te llegas a encontrar con alguien, tendrás tan pocas cosas en común que te será difícil mantener una conversación mínimamente extensa. Hablarás del trabajo, como te ha ido desde que te fuiste y poco más.
La magia se va, se oxida la añoranza y piensas que aquel tiempo pasado fue mejor y que no volverás a encontrar nada igual. Es cierto, cada momento es único, lo malo de todo esto es que solo nos damos cuenta cuando ya lo hemos dejado atrás y no hay forma de volver a ello. Aunque la vida da muchas vueltas y nunca sabes lo que pasará mañana.
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