El verano
   Hay pocas cosas que me gusten del verano. Reconozco que soy más de invierno que de la época cálida. Claro que hay cosas que sí me gustan: los modelitos que se ponen algunas mujeres, las tardes a partir de las 20:00 horas (cuando comienza a refrescar), los helados, las vacaciones, bañarme en la playa (que no la playa), las tormentas de agosto… y seguro que me dejo unas cuantas más.
   Lo que no me gusta de la época estival: el calor, los cambios bruscos de temperatura, el mogollón de gente paseando por la tarde, el espacio que ocupan los bares en las aceras con sus mesas y sillas, los atascos a pleno sol, el calor, los días más largos, los mosquitos, la arena de la playa, los que ponen a todo trapo la música en la playa, el calor, las clavadas de los chiringuitos, los olores corporales en lugares donde no te es posible apartarte, las fiestas con organillos donde se tocan títulos populares (como pasodobles, el tractor amarillo, paquito chocolatero…), que se te hinchen los dedos, el sudor que se te mete en el ojo… y muchísimas cosas más. ¡Ah! ¿He comentado que no me gusta el calor?
   Todo esto no sé si será por ir contracorriente, ya que a todo el mundo que conozco le encanta el verano, porque en otra vida viví en el trópico y lo pasé muy mal o porque soy demasiado caliente (ahí dejo la puerta abierta a la imaginación). Lo importante es que el verano me mata cada año y la verdad es que no lo paso nada bien.
Sé que esto no le va a gustar al 99% de la población, pero espero que este año el calor no se cebe con nosotros (o por lo menos conmigo) y nos deje vivir con tranquilidad y armonía (que bonito).