Gente siendo gente
Una de las cosas que siempre me ha gustado cuando estoy esperando algo en un sitio público es precisamente observar a la gente. Y todo varía, lógicamente, donde estés: no es lo mismo en el tren como a la salida del mismo o en la consulta del médico. Nos comportamos de diferente manera y el miedo, la esperanza, el aburrimiento, la prisa y cuantas cosas te quieras imaginar florecen por nuestros poros sin darnos cuenta.
Dependiendo de quien se trate, me gusta mirarle las manos. Éstas dicen mucho de la persona. Puedes ver a una anciana con las extremidades con mejor aspecto que otra mujer de 30 años. Todo depende a lo que se dedique y sobretodo su estatus social. Esto último dice mucho. No es lo mismo una trabajadora que no hace más que fregar suelos a mano que la dueña que se lo manda. Hasta ahí estamos de acuerdo. Pero lo que me hace más gracia son los aires que le envuelven a la mejor acomodada. Es curioso: puede estar forrada de dinero pero va en un vagón atiborrado de gente, de pie intentado mantener el equilibrio entre tanto zarandeo, pero con un estilo que la delata. Es como cuando estás en un atasco y tienes al lado un coche de alta gama: el coche vale 5 veces el mío, pero los dos estamos parados en el mismo atasco. Lo bueno sería que por tener un mejor coche abriesen un carril exclusivo sin retención, ¿no? Para eso te has gastado esa pasta 😉 .
Pero da lo mismo lo rico o pobre que seas porque siempre acabamos solos. No me refiero al sentido físico, me refiero, por ejemplo en el vagón, a que vamos juntos pero estamos solos. Unos no se atreven a mirarse, otros van con su música o lo que escuchen, otros leyendo (y luego dicen que es bueno, total, te aislas como cuando vas jugando con una consola), los que más controlan durmiendo… nos separan kilómetros cuando en realidad estamos al lado unos de otros. Nadie quiere saber nada de nadie o por lo menos no se atreven.
No sé que pasará en un futuro, pero si no nos relacionamos más a menudo es posible que acabemos los unos con los otros por miedo a que nos molestemos.
Foto: JorG Etílico