soledad

Tonto es el que hace tonterías

Una cosa que me revienta ver en las series y películas americanas son los remordimientos de aquellos personajes que han sido infieles a sus respectivas parejas. Al parecer les escuece tanto por dentro el sentimiento de culpa que tienen que decirlo porque sino parecen que van a explotar. Por supuesto todos rompen la relación aunque en la mayoría (inmensa diría yo) al final se llegan a juntar de nuevo y hacen como que no ha pasado nada. Para el espectador eso es lo correcto o lo que espera. Otra cosa es la vida real.

Y digo yo, ¿no sería más fácil no contar nada si realmente estás arrepentido, quieres realmente a tu pareja y lo que pasó consideras que fue un error? ¿No sería más fácil eso y no pasar por el berrinche de un despecho, sentirse traicionado, rabia, impotencia, dolor, odio y demás sentimientos que surgen cuando pasan estas cosas? Sí, está aquello de que la pareja no ha de tener secretos (eso es muy bonito), pero seamos sinceros, por muy bien avenidas que estén dos personas, también necesitan sus confidencias por inocentes que sean.

Otra cosa que también es para echarse a reír son los motivos que esgrimen: «…estaba borracho…»; «…pasó sin querer…»; «…tú no me hacías caso…»; «…me sentía solo…»… Así hasta el infinito y más allá. A cual más patético. Vamos a ver estos puntos:

  • Si estabas borracho a menos que estuvieras en coma etílico dudo que hayas podido hacer nada y si lo has hecho eso se llama violación. Además, estarás de acuerdo que para nosotros es sumamente difícil mantener una relación sexual si no nos mantenemos de pie y en coma ya no te digo nada. Por cierto, eso de que te atiborraron de Viagra tampoco vale.
  • El «pasó sin querer»… ya, claro. No sé qué pasaría si quisieras. A menos que seas precoz en el asunto del orgasmo, se necesita un tiempo, una preparación, unos roces y demás acciones que necesitan de toda la atención. Vamos, que si en dos o tres minutos no te has dado cuenta de lo que está pasando… háztelo mirar.
  • El que no te hagan caso tampoco es excusa. ¿Verdad que si en tu edad adulta (digamos viviendo con los padres) tu madre no te hace la comida, te la haces tú? No te vas a la vecina (por muy bien que esté… esto… por muy bien que cocine) a que te haga un plato de lentejas. Pues esto es algo parecido.
  • El sentirse solo está bien, pero en vez de buscar otra flor a la que olisquear sus pétalos, puedes autocomplacerte. Aunque esa soledad  la puedes tener en dos estados (o una combinación de ambos): físicamente y mentalmente. Si solo es el primero es fácil: utiliza la imaginación y ya verás que bien te lo pasas, pero si es una mezcla de los dos o bien el segundo… pues entonces diálogo, diálogo y más diálogo. Sí tiene su miga, pero nadie dijo que esto iba a ser fácil.
  • Si no te hacen caso el tema es parecido al punto anterior (excepto en el tema de los estados), así que tampoco vale.

Tampoco nos vamos a explayar con más excusas baratas como las anteriores, por tanto y como te comento, si crees que te has equivocado, has metido la gamba hasta el fondo, la has cagado o todo lo malo que se te ocurra y creas que la persona que te acompaña realmente merece la pena, no la líes más o te arrepentirás. Eso sí, tampoco vale equivocarse constantemente, ¿eh? Eso ya es de rastrero o algo peor y sería recomendable revisar tu estado civil porque a lo mejor no es el correcto (aunque luego está aquello de yo soy yo y mis circunstancias, pero eso ya es otro tema).

Lógicamente, que cada uno actúe según su conciencia.

Foto: aloha orangeneko

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Gente siendo gente

The Metro way. por JorG Etílico, en FlickrUna de las cosas que siempre me ha gustado cuando estoy esperando algo en un sitio público es precisamente observar a la gente. Y todo varía, lógicamente, donde estés: no es lo mismo en el tren como a la salida del mismo o en la consulta del médico. Nos comportamos de diferente manera y el miedo, la esperanza, el aburrimiento, la prisa y cuantas cosas te quieras imaginar florecen por nuestros poros sin darnos cuenta.

Dependiendo de quien se trate, me gusta mirarle las manos. Éstas dicen mucho de la persona. Puedes ver a una anciana con las extremidades con mejor aspecto que otra mujer de 30 años. Todo depende a lo que se dedique y sobretodo su estatus social. Esto último dice mucho. No es lo mismo una trabajadora que no hace más que fregar suelos a mano que la dueña que se lo manda. Hasta ahí estamos de acuerdo. Pero lo que me hace más gracia son los aires que le envuelven a la mejor acomodada. Es curioso: puede estar forrada de dinero pero va en un vagón atiborrado de gente, de pie intentado mantener el equilibrio entre tanto zarandeo, pero con un estilo que la delata. Es como cuando estás en un atasco y tienes al lado un coche de alta gama: el coche vale 5 veces el mío, pero los dos estamos parados en el mismo atasco. Lo bueno sería que por tener un mejor coche abriesen un carril exclusivo sin retención, ¿no? Para eso te has gastado esa pasta 😉 .

Pero da lo mismo lo rico o pobre que seas porque siempre acabamos solos. No me refiero al sentido físico, me refiero, por ejemplo en el vagón, a que vamos juntos pero estamos solos. Unos no se atreven a mirarse, otros van con su música o lo que escuchen, otros leyendo (y luego dicen que es bueno, total, te aislas como cuando vas jugando con una consola), los que más controlan durmiendo… nos separan kilómetros cuando en realidad estamos al lado unos de otros. Nadie quiere saber nada de nadie o por lo menos no se atreven.

No sé que pasará en un futuro, pero si no nos relacionamos más a menudo es posible que acabemos los unos con los otros por miedo a que nos molestemos.

Foto: JorG Etílico

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