enfado

No es buen momento

Hoy no es un buen día para escribir. No sé qué pasa, hoy estoy cabreado, igual mis biorritmos están cruzados, los planetas de mi horóscopo están desalineados o simplemente estoy así. No, no me falta de comer, conservo toda mi movilidad, no me ha pasado nada desgraciado de momento, el mundo que me rodea sigue igual y no hay una conspiración que amenace mi situación actual. El tema es que hoy no estoy centrado y me molesta todo y me enfado facilmente.

De acuerdo, que hay cosas que me gustaría que pasaran y no pasan, que algunas veces me imagino más de lo que debería estar permitido, que siempre, siempre que planeo algo hay algo que me lo jode y que de los cientos de situaciones que me imagino, precisamente hay alguna que se me escapa y ¡zas, en toda la boca! Valorando la situación, para jugar al ajedrez como que no serviría.

No soy persona de sucias maquinaciones o que me esté ganando a pulso el premio al peor humano del mundo mundial (vamos, eso creo) y aunque todos tenemos oscuros secretos (unos más oscuros que otros) y pensamientos inconfesables, no veo beneficio alguno en hacer daño a nadie, incluso aunque parezca que se lo merezca (prefiero retirarme y dejarlo por imposible). Y no, no soy como la madre Teresa de Calcuta ni lo pretendo.

De cualquier manera, en este momento da lo mismo. No tengo la mente para rectificar ni para enmendar ningún error, entrar en razón o cualquier cosa que me haga sentir mejor. Es momento para simplemente dejar de lado, esperar que pase la noche y seguramente mañana se me habrá pasado, pero hoy no es un buen momento.

El problema sería que cada día fuese así. Por suerte no es el tema y ahora que estoy entrando de pleno en las vacaciones seguramente todo se encauzará por su propio pie. La vida da muchas vueltas, nunca sabes lo que te deparará el futuro y jamás puedes decir nunca cuando todo puede cambiar en un momento, en un segundo. La cuestión es saber si se estará preparado. Como dicen por ahí: no desees mucho algo porque puede que se cumpla.

Foto: JosephGilbert.org

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Un mal día

Son las 05:01 de la mañana y mentalmente ya me estoy quejando. El despertador normalmente suena sobre las 05:20 y me levanto sobre las 05:40 pero hoy, gracias a un cambio inesperado de horario en la medicación de mi hijo por parte de mi madre, un rebose de boñiga por los bordes del pañal, un cambio de body por las manchas, un biberón y un retortijón propio que ha resultado ser una falsa alarma, han hecho que no mereciese la pena meterse en la cama de nuevo. Eso y que te recuerden que últimamente solo te necesitan para cuidar del crío.

Algunas veces se añoran aquellos años en los que parecía que hacías lo que te apetecía. Te levantabas a las tantas, te acostabas o no, comías y bebías lo que te daba la gana y no te resentías de nada o como mucho te quedabas un rato más en la cama y se te pasaba… pero todo eso ha cambiado y ahora tienes que mirarte las grasas, la comida demasiado picante, el azúcar la justa, que si verdura hervida, que si carne o pescado a la plancha… vamos, la vida insípida que nos estamos imponiendo. Con todo esto te dan ganas de volver a atrás, pero acabas dándote cuenta que lo único que recuerdas de ese tiempo pasado es lo bueno y has olvidado que también lo pasaste mal. Que no todo fue de color de rosa y que sufriste también alguna que otra penuria.

Viendo el panorama y a pesar de esas mañana que te dan ganas de tirarlo todo por la borda, no puedes dejar de pensar en esas cosas buenas que también pasan y que no las tienes en cuenta cuando estás de mala leche. Un cariño de tu hijo que viene de sorpresa o una sonrisa de tu mujer a cambio de nada merece la pena meterse en esa mierda de cada día.

Pero bueno, un mal día lo tiene cualquiera y eso que solo acaba de empezar.

Foto: .digitale

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