Contrastes
   Esta mañana en el tren, por alguna razón, me ha llamado la atención una pareja comiéndose a besos. Todo eran miradas de complicidad y sonrisas de oreja a oreja. No importaba que fuera las 6 de la mañana. El sueño no parecía hacerles mella.
   Después de despedirse, él se ha bajado del vagón y se ha dirigido hacia la ventanilla donde estaba sentado. Ella le ha dibujado en el cristal palabras seguramente de amor y con un gesto le ha pedido que la llamara. Él ha asentido y con otro gesto le ha confirmado que lo haría.
   La felicidad y sosiego que se respiraba alrededor de esta pareja contrasta con lo despiadados que podemos llegar a ser los unos con los otros: guerras, asesinatos, maltratos, vejaciones, violaciones…
   ¿No sería más fácil llevarnos bien? ¿Sería posible fabricar una droga que nos hiciera sentir enamorados cada vez que te entrara ganas de reventarle la cabeza a alguien? ¿Por qué nos gusta tanto hacernos daño? ¿Es la autodestrucción una especie de selección natural?
   Quizás necesitamos que en nuestra vida haya logros y decepciones, triunfos y fracasos, amor e ira, confianza y celos. Sé que un mundo de paz, amor y felicidad es una utopía, pero ¿y si lo más grave que pudiésemos hacer es poner el grito en el cielo?