Dame argo, payo

Haciendo trasbordo del Metro a los Ferrocarriles Catalanes y muy cerca de un Dunkin’ Donuts, me he cruzado con un personaje que iba con un paquete de pañuelos de papel en su mano derecha y la izquierda la tenía puesta palma arriba pidiendo dinero. Lo curioso de este hombre es que me ha pedido limosna y harto de pedigüeños le he dicho que no, pero me ha comentado que también aceptaba un café. Como estaba ofuscado en decir que no he tardado en reaccionar, pero me ha saltado esa lucecilla que te dice algo así como «¡no solo está pidiendo dinero, sino que también comida!» (fíjatetúoye).

No sé si te ha pasado a ti, pero no es la primera vez que vienen a casa pidiendo dinero, les dices que solo tienes algo de comer, te lo aceptan y cuando se van te lo dejan en el portal. Lo que nunca he entendido es que si tienes la cara de pedir dinero, ¿por qué aceptas comida? Dices que no y ya está. Si total, no te vas a ver más en la vida. Pero bueno, por lo menos no te lo destrozan en la calle o algo peor.

Pues a lo que decía, iba yo ofuscado con mi negativa y me doy cuenta que aceptaba que le invitasen a desayunar. He dado media vuelta y lo he invitado a un café y a un Donuts relleno de chocolate (todo lo ha elegido él). El hombre, agradecido, me decía que a él no le importaba pedir que lo invitaran a comer, que sí, que dinero también pedía, pero que era para poder comer. Me contaba que la gente se pensaba que les robaría o algo peor y que le sabía mal que se pensaran que todos los que están en su misma situación de miseria eran unos vagos o unos delincuentes.

No es que yo sea de aquellos que siempre están donando a personas menos favorecidas (bueno, el cupón del sorteo de la cruz roja sí lo compro, pero por si me toca el oro), pero me ha hecho mucha gracia el que me pidiera de comer y por eso he aceptado pagarle el desayuno. Ojalá no fuéramos con tan mala leche por el mundo.

Foto: Charman82

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