Venía yo tan tranquilo hacia el trabajo, cuando veo una pareja mayor (que no anciana) que me hacen señales para que me pare. Normalmente no suelo detenerme a la primera de cambio, pero en ese momento por alguna razón lo hice.
   Cuando se acercan me dicen si voy a trabajar (lo cual afirmo) y me piden a ver si les puedo llevar al hospital ya que el hombre tenía al parecer un ataque al corazón y estaban esperando un taxi que habían llamado pero que no llegaba nunca. Por supuesto no me niego y cuando se suben al coche, el comentado taxi aparece por la lejanía a lo cual la mujer se percata, lo comenta y no acaba de subirse del todo. Les digo que como prefieran, que yo les puedo llevar, pero el hombre (blanco como la leche y asfixiándose, supongo, por la dolencia) me coge del brazo con su mano helada y me da las gracias. Acto seguido se bajan del coche, se dirigen hacia el servicio que habían solicitado y les deseo suerte.
   No sé cual ha sido la suerte de este tipo, pero cuando prosigo mi trayecto hacia el laboro, le voy dando vueltas al tema y me imagino de que su vida pende de un hilo e igual si les hubiera llevado yo habríamos llegado a tiempo. No sé. ¿Le habrán podido atender antes de ser fatal? ¿Se recuperará? ¿Habrá fallecido? Lo que más me ha marcado es el recuerdo de esa mano gélida sobre mi brazo. La misma que puso mi abuela en mí la última vez que la vi.
   De cualquier modo, espero que todo les salga bien o, como mínimo, deje de sufrir.
1 comentario en “Elección”
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Jo, que fuerte… no te culpo pero deberias haberlos llevado al hospital, en esos casos no hay que peder ni un segundo.
Espero que todo haya ido bien.
Saludos.