Pues sí, eso dicen las malas lenguas. Cuando la Navidad llega al Cortinglés las calles se engalanan, las luces de colores te iluminan la cara, todo el mundo te desea lo mejor para esas fechas, viene el frío, las comilonas, las noches sin dormir, los recuerdos pasados, las reuniones familiares, la competencia para ver quien hace más comida, los turrones, los mantecados y polvorones, las risas, las depresiones, los regalos, los reyes y papá Noël… vamos, que podría hacer una lista y no acabar. Yo por mi parte he cambiado el encabezado de la bitácora. Ya te digo.
   Pues que sepas, Cortinglés, que la Navidad está hasta los huevos de ti y de tus caprichos. Que no todo el mundo puede comprar tan alegremente como intentas que hagamos todos. Sí, es verdad que no nos pones una pistola en la sien para que nos dejemos nuestros ahorros, pero sí nos machacas con las dichosas cancioncitas y nos acercas la miel a los labios para que deseemos lo que no tenemos y tampoco necesitamos.
   Así que a Dios pongo por testigo, que no voy a gastarme un duro más porque ya lo he hecho y el presupuesto se ha traspasado con creces.
   ¡Viva la Navidad!