La renovación
Me llegó una carta para renovar el carné de conducir de moto y camión y eso implica pasar unas pruebas médicas, así como pedir permiso a la empresa en la que trabajas (si tienes la suerte de estar trabajando, claro) para que te dejen un par o tres de horas.
Preparados todos los requisitos (excepto las fotografías) que me exigía el impreso de Tráfico, me persono en el centro especializado para hacer todos los trámites, pruebas y fotos ya que parece ser que te hacen un servicio completo. Me presento y les comunico mis intenciones de renovar el carné en cuestión y la chica que me atiende me empieza a explicar de una forma rápida y casi sin que me de tiempo a pensar todo lo que he de hacer. Yo le voy diciendo que sí a todo lo que me dice para que no crea que soy un incompetente que no entiende de estas cosas, por lo que casi también le digo que sí a lo de si llevo las fotos.
Teniendo en cuenta que seguían hablándome como si todos los días fuera a renovarme el carné, me hicieron sentar en un taburete y antes de que levantase la mirada ya me habían pegado un fogonazo en toda la cara y una voz me dijo: «ya está hecha la foto, has salido muy bien» (¿Muy bien? ¡Pero si no sé ni por dónde ha salido la cámara!) «Puedes pasar a la puerta 1».
Así como podía y tanteando por la pared ya que el flash me había dejado medio cegado, entré en el cuartucho número 1 donde me hicieron sentar de nuevo. Frases de saludo y cortesía para pasar a que me pongan un parche en el ojo izquierdo e intente identificar unas letras que están en el quinto carajo. Supongo que lo consigo porque la doctora me dice que me ponga el parche en el otro ojo y me vuelve a pedir que pronuncie las minúsculas letras. Prueba superada, entiendo, ya que me hace pasar a la fase 2 o puerta número 2.
El cuartucho número 2 parece el lugar más sofisticado del local: dos ordenadores de los años 70 y dos mandos con forma de T dispuestos horizontalmente. Lo mismo, saludo y frases de cortesía y ahora a llevar dos palitos por pantalla que se controlan con dichos mandos girándolos a derecha o izquierda y haciendo que vayan siguiendo un camino sin salirse. Al principio todo va bien porque los caminos van en la misma dirección, pero al cabo de un rato empieza a ir cada uno por su lado. Podría haber hecho un mejor resultado, pero el caso es que el mando izquierdo fallaba más que una escopeta de caña. Podías manejarlo suavemente, pero en un punto indeterminado te pegaba un salto que hacía que el palito se fuera por todos los sitios menos por el camino, con el consiguiente pitido de penalización, claro. A pesar de todos los fallos, parece que también lo he superado y me hacen ir a la puerta 3.
El espacio 3 ya era el súmmum del desorden, con una cabina insonorizada llena de trastos y un montón de papeles y artilugios varios. Un médico típico de esos que parecen que van borrachos ya de buena mañana me pone unos auriculares para ver si puedo oír unos pitidos casi inaudibles. De nuevo prueba superada y me indica que ellos se hacen cargo de todo y que no me preocupe de nada que tramitarán todos los papeles a Tráfico para que me llegue el carné a casa.
Hora de pasar por caja. Esta vez y a pesar de encontrarme de nuevo con la chica que habla muy rápido, sí le entiendo a la primera que son 82€ por sus servicios. Joder, 82€ son casi una pepa de lujo y ahí parece que me hayan dado por culo en contra de mi voluntad y encima tengo que pagar o como un urólogo que te mira la polla con desprecio, te la toca con asco y te cobra como si te la hubiera chupado. Total que 22€ se los lleva Tráfico y 60€ son por hacerme las fotos, las pruebas, los trámites de papeleos y pagar por mí a Tráfico.
Ya sé lo que voy a hacer en mi próximo negocio: un centro médico en un chiringuito, que se ve que se cobra muy bien.
Foto superior: Mark Strozier
Foto inferior: Patrick Q