comida

Un segundo en la boca

…y recordad chicas: un segundo en la boca y toda la vida en las cartucheras…

Regina do Santos

Ya lo decía Regina do Santos. Las Navidades te pasarán factura en el sitio donde menos te guste. Y es que no se puede tener todo. Que si un polvorón, que si ahora una comilona, que si por este trocito de turrón no me va a pasar nada, que si una copa de cava por aquí, que si ese cocido tiene una pinta fantástica, que ya estoy lleno pero bueno ponme un poco más que parece que me coje, que si ahora no voy a dejar este rincón por no tirarlo…

¿Y quién se resiste a los deliciosos manjares y viandas que nos zampamos por estas fechas? Suerte que para el verano faltan algo más de 6 meses, que sino ya veo a gente hacerse unas acelgas con aceite renunciando a una buena escudella.

Pero ya se sabe que no se puede tener todo y los centros deportivos se están frotando las manos esperando que todas aquellas en mayor medida y todos aquellos en menor medida (normalmente) pasen por sus cajas a pagar por trabajar su cuerpo en esa máquina revolucionaria que te permite gastar 300 kilocalorías/hora. Que es curioso: normalmente pagamos porque nos hagan algo o nos den algo hecho, pero aquí te lo tienes que currar y sudar tú. Y eso no te garantiza que llegues a perder peso.

Otros que también se aprovechan de los daños colaterales de estas fiestas son los centros de dietética, que pagas para que te maten de hambre y te tomas potingues de unas hiervas que no has oído hablar en tu vida, pero que la dietista te dice que eso te ayuda a drenar. Joder, eso de drenar lo sabía por aquello de hacer zanjas con una escabadora, pero ahora me entero que también se puede hacer con mi cuerpo. Total, que te lo tomas y sabe como a sapos podridos. No es que sepas a qué saben los sapos podridos, pero seguro que deben saber a algo muy parecido a eso.

Pero bueno, con fuerza de voluntad y tesón igual para el verano llegas a perder un par de kilos de los 12 que has ganado. Porque, como ya sabes, el cuerpo siempre recuerda el máximo peso ganado y si pierdes algún gramo intentará recuperarlo por todos los medios posibles.

Foto: dotbenjamin

Un segundo en la boca Leer más »

Hambre

Tengo hambre. No, no te preocupes (si es que lo ibas a hacer), no estoy en un país de esos que desgraciadamente lo pasan fatal con el tema alimentario, ni tampoco me he quedado sin dinero para poder nutrirme adecuadamente. Es más, te puedo asegurar que mis lorzas impedirían que me muriese de hambre durante más de un mes (eso tirando a poco). Lo que pasa es que mi estómago es muy vago y prefiere pedir de comer a aprovechar la grasa que tengo pegada a mi pared abdominal, que dicho ya de paso, ayudaría a que mi figura fuera más esbelta y atractiva, con lo cual y como todo el mundo sabe, igual tendría que quitarme las mujeres de encima pidiéndome favores sexuales en un número equivalente a moscas enfrente de un plato de pescado en pleno verano y al aire libre.

Ilusiones calenturientas aparte y como te decía, tengo hambre porque en esta oficina no sé si se puede comer o no. Sí, ya sé que llevo como tres días trabajando aquí y debería tener la cara suficiente como para preguntar si me puedo comer un bocadillo en la mesa que me han prestado. Pero como uno es más corto que la manga de un chaleco, no lo he hecho y he preferido mirar a ver qué hacen los demás. Y por lo que he podido observar (que otra cosa no, pero de eso sé un rato) nadie come aquí. Esto no es determinante para averiguar si está permitido o no, pero es que o bien esta gente (que son 4 gatos) no pasa hambre y se hinchan a huevos fritos con chorizo y panceta en el desayuno de cada mañana (sin faltar, por supuesto, el café con sacarina) o es que todos nos estamos preguntando lo mismo. Esto último lo dudo porque hay gente que lleva más tiempo que yo, así que no me vale.

A nivel comparativo (en volumen me refiero) me parece que yo gano por peso. Así que o solo comen los chorizos y huevos mencionados para todo el día o me estoy equivocando. Por lo que creo que al final voy a echarle morro al asunto y sacaré mi bocata. Si me dicen algo, pues lo volveré a guardar (después de subirme la temperatura corporal y cambiarme el color de la cara, claro) y aquí no ha pasado nada. Que no me voy a dar el gusto de adelgazar a estas alturas (la operación bikini ya ha terminado, recuerda). Además mi madre me dice que estoy muy guapo aunque mi mujer, por una extraña razón, no me expresa su opinión y me mira como raro.

Hambre Leer más »