Pues sí, no todo es perfecto en una Brompton. ¿Por qué? Porque lo que te voy a contar ahora no debería pasar.
Cuando tenía mi b’fold 7 podía llegar a tocar con el pedal en el suelo si «plegaba» demasiado en una curva y encima iba pedaleando por tener el pedalier demasiado bajo, aunque necesario, para mi gusto. Con la Brompton es algo parecido pero peor: está más bajo aún y encima la bielas son más largas.
Vaya combinación, ¿eh?
Pues bien, resulta, como te puedes imaginar, que sin querer ya había tocado alguna vez en el suelo con el pedal (sí, me dolía más a mí que a ella). Y entonces apareció: el ruidito. ¿Un ruidito? ¿En una Brompton? Pues sí. Sobre todo cuando apretaba a acelerar. En el pedal izquierdo… o eso parecía.
Al principio sonaba muy de vez en cuando y bueno, pensaba que igual se había metido arena por algún sitio, suciedad, carcoma, el virus de la gripe aviar…
Con el paso de pedalear, el sonido se iba acusando cada vez más seguidamente. ¿Sería de la temperatura? ¿Sería el viento? ¿Sería el legado cultural en el desarrollo cognitivo del individuo? Divagar y más divagar. Pero no había manera de saber exactamente de dónde venía el dichoso ruidito, lo que me provocaba que no disfrutara de mi bicicleta y estuviera más pendiente de dónde provenía que de estar por mi seguridad y la de los viandantes mientras conducía.
Total, que después de mucho buscar por internet, escuchar los graznidos (sí, el sonido ya me parecía cualquier cosa menos lo que realmente era) y romperme la cabeza de mecánico-de-bicicletas-titulado-pero-de-Brompton-no-que-soy, al final topé con la solución: lo que se necesitaba era grasa. Y no en el pedal, no. Grasa en el elastómetro. O_o
Gracias a la entrada de «Aventurasdeunabiciplegable» y de Mantenimiento Brompton, pude llegar a deducir que yo también tenía el mismo problema, solo que en vez de desmontar todo el elastómetro (o silentblock) como hace el amigo Rafael y que es lo correcto, opté por sentarme encima de la Brompton mirando hacia la rueda trasera y mi peso (que no es poco) ayudó a que asomase el tornillo que lo sujeta. Así pude lubricar con grasa de Teflon mínimamente dicho tornillo.
La prueba de fuego llegó cuando me volví a montar a mi temido hierro de quejidos y poder comprobar que con esta solución volví a oír el suave ronroneo del cambio trasero y el aire que acariciaba mi larga melena cual anuncio de compresas. ¡Ahora sí! Esos 10 primeros segundos fueron los que me volvieron a hacer disfrutar de mi bicicleta.
Y ahora vienen las preguntas: ¿por qué una máquina que, se supone, fabrican con el máximo cuidado chirría antes de llegar a los 100 kilómetros? ¿Acaso soy demasiado exigente por un producto que podría considerarse caro? ¿Es que un fallo lo tiene cualquiera? ¿A qué huelen las nubes? ¿Realmente alguien confunde o confundió el tocino con la velocidad? Seguramente le preguntaré a mi mecánico de confianza y me dirá algo supertécnico del tipo «pué nusé».
¡Ah! Por cierto, yo utilicé una grasa que en principio tiene una buena relación calidad/precio, que no llega a los 10 € por muy poco y además tiene un dosificador que lo puedes poner o quitar (todo por el mismo precio, oye). Aunque seguro que hay otras marcas que estarán mejor… y peor 😉 . Lo que su color sea rojo debe ser por el Teflon, o eso me han llegado mis divagaciones científicas que a estas alturas son prácticamente nulas.
Por eso te digo, que no todo es perfecto en una Brompton y todas tendrán su aquello personalizado (sustitúyase «aquello» por ruiditos). ¡Pero, de momento, no la cambiaría! 😀
Si es que ya no fabrican bicis de verdad como las clásicas BH blancas de los 80’s o la famosa Motoreta III… ainx! ?
Aquello sí que eran crujidos, ¿eh? Es más, si veías que no sonaba es que igual se iba a romper XD